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Islas Galápagos-Ecuador

Navegantes extranjeros sobreviven a odisea

Navegantes extranjeros sobreviven a odisea Habían pasado exactamente 30 días cuando tomaron nuevamente contacto con sus familiares, visiblemente emocionados al recibir cada uno nuevas y gratas noticias desde sus países de origen.

Como un verdadero milagro asumieron los dos brasileños y un tahitiano, haber sobrevivido a aquel incidente que los dejó a la deriva,  mientras se aprestaban a llegar desde el Puerto de Balboa en Panamá, hacia las islas Marquesas en la Polinesia Francesa.

Habían zarpado desde Panamá el pasado 19 de noviembre, para hacer escala en las islas Galápagos. El 11 de diciembre una avería en el motor los dejó a la deriva a la altura de la Isla Pinta al norte de Isabela. Por unos cinco días estuvieron a merced del viento y la marea, que los arrastraba al oeste hacia mar abierto con las posibles consecuencias de no ser encontrados ya que esta área es muy poco transitada por embarcaciones.

En su intento por sobrevivir debieron racionar la alimentación y el agua, mientras se acrecentaba la fe en Dios y abrigaban la esperanza de ser auxiliados.  En este propósito de mantenerse de pie se vieron obligados a comer inclusive los moluscos adheridos al casco del pequeño catamarán, que había sido adquirido con mucha ilusión por el experimentado capitán tahitiano, como una evidente muestra de heredad de su padre un legendario navegante. Pues al igual que sus dos compañeros venían de padres que hicieron sus vidas a bordo de veleros.

Apenas medio kilo de arroz, una papa, cuatro cebollas  y poca agua era lo que les quedaba para subsistir a bordo del pequeño catamarán, como medida debieron reducir al máximo lo poco que tenían como provisión, a tal punto que una cucharada de miel fue la ingesta de un día de alimentación para uno de ellos, reduciéndose así sus estómagos. Cada compartir era calculado, como compartido era el optimismo por vivir.

En su intento por tomar contacto con el punto más visible de la isla Pinta, como muestra de lo indescriptible, una noche uno de los brasileños -quien era mucho más expresivo en narrar lo sucedido-, había soñado toda la noche con su padre. De pronto como si se tratara de una respuesta a las súplicas ante Dios y San Expedito, el viento del noroeste los acercó nuevamente hacia las islas encantadas.

La madrugada del 17 de noviembre, uno de ellos divisó a lo lejos una luz. Se trataba de la M/V Galápagos Explorer II, estableciendo inmediatamente contacto vía radio con Fausto, el Capitán de la nave. La alegría se apoderó de los tres aventureros amantes del mar, quienes inmediatamente fueron auxiliados por la tripulación de la embarcación turística que los proveyó de agua, alimentación y remolcándolos hasta Punta Vicente Roca. Desde este punto fueron a su vez remolcados por la embarcación “Evolution” que los llevó hasta Bartolomé donde la Lancha Guardacosta Isla Española, de la Armada Nacional, procedió a rescatarlos el 18 de diciembre. Toda esta operación se dio de acuerdo a las instrucciones recibidas por el Centro de Operaciones Insular de la Armada del Ecuador, con sede en la isla San Cristóbal.

El 19 de diciembre, desde la isla San Cristóbal tomaron el primer contacto con sus parientes recibiendo con profunda alegría de que uno era doblemente tío, el otro de que su hermana se recibía de doctora y el capitán con la gran noticia de que acababa de ser abuelo. Antes habían sido evaluados por el enfermero de la Lancha Guardacosta, evidenciándose un alto grado de deshidratación, todos había perdido entre 10 a 15 kilos de peso, producto del racionamiento de alimentos que disciplinadamente debieron cumplir en su intento por sobrevivir.

Una aventura donde prevaleció el principio de solidaridad, hermandad, compartir lo poco que les quedaba y la fe en lo divino.  Hoy  disfrutan de la hospitalidad, belleza natural y la tranquilidad de San Cristóbal, capital del Archipiélago de Galápagos; mientras se preparan para retornar a sus respectivos lugares de origen para continuar con sus actividades muy ajenas a la navegación en el caso de los dos brasileños. En tanto que el Capitán del catamarán continuará su travesía por altamar hasta alcanzar su destino en las Islas Marquesas en la Polinesia Francesa.

Buen viento y buena mar!!


1 comentario

Carlos Breilh Castro -

Excelente historia, es realmente gratificante el escuchar como el mar y la adversidad hermanan más a los hombres y luchan por sobrevivir y darse mutuamente fuerzas para no desfallecer.

Tuve la oportunidad de escuchar esta historia de boca de sus protagonistas y como miembro de la Armada del Ecuador, me siento con mucho orgullo y satisfacción que esta institución de todos los ecuatorianos es reconocida por el profesionalismo y entrega en salvaguardar la vida humanan en el mar, sin importar la nacionalidad ni la clase social de la gente de mar.