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Islas Galápagos-Ecuador

El camisetazo en los tiempos de campaña

Por: Adriana Meza Vera

La práctica del concepto de la política como un principio de ejercicio del poder que debe conducir el bien común de una sociedad, va decayendo en la desconfianza del colectivo ciudadano cuando en el actor político se evidencia una ambición desmesurada en su afán de captar un ansiado poder muchas veces abrigado más por intereses personales y no por el afán de servicio a una colectividad.

Esta práctica raya más aún en el desprestigio cuando en épocas electorales se hace común el "camisetazo" y donde las ideologías políticas pasan a ser lo que bien podría denominarse un menú más del chaulafán político: todos contra todos, vivos y revueltos, haciendo un matiz sombrío de las teorías en el espectro político. De repente los de la izquierda pasaron a la derecha, los de la derecha para la izquierda, los otros para el centro, y los que se fueron para adentro bien al fondo, aquellos que el pueblo los sepultó con la indiferencia.

En algunos casos el camisetazo parecería no ser el mejor aliado en un electorado inteligenciado, salvo que se agoten todas las estrategias para producir un resultado contrario. Un aspecto en el que en algunos casos también pudiera prevalecer el peso de la honorabilidad de la imagen del candidato, más que el partido o movimiento que lo patrocina.

Todo político sabio e inteligente debe estar preparado y tener presente que los tiempos cambian, que el mundo es una constante evolución. Que el discurso agresivo y chabacano de ayer puede resultar grotesco al colectivo ciudadano. Que lo más importante es cultivar la confianza, avivar la esperanza y sobretodo dar muestras de liderazgo y verdadero sentido de equidad y justicia, en una sociedad en proceso de cambios, donde impere la oportunidad de crecimiento para todos, donde prevalezca la soberanía, donde fluya el diálogo, donde se respete y se hagan respetar los derechos.

La camiseta que lleva puesta el candidato puede resultar un aspecto superficial que no necesariamente acentúa el rol protagónico de un político, sino en el que debe primar sin dudas su desempeño, conciencia de servicio, raciocinio e ideología sincronizada con las necesidades de su gente para generar cambios sustanciales y positivos en una sociedad.

Un pueblo bien representado es un pueblo que avanza y sobretodas llas cosas se genera la confianza colectiva, y con ello se eleva el espíritu de autoestima de su gente. Nadie debería hablar de política e involucrarse en ella sin primero  tener el verdadero afán y convición de servir, y no servirse del poder.


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